Ázdeli se despertó sudando y muy asustada. No le importó salir antes del amanecer, pero cuando vio al centinela comprendió que debía ser … Pág.1

Ázdeli se despertó sudando y muy asustada. No le importó salir antes del amanecer, pero cuando vio al centinela comprendió que debía ser cuidadosa si quería llegar a su destino sin que la descubrieran.

Thomas Elop llevaba toda la noche de guardia y estaba muy cansado.—¡Silencio! —gritó furioso —y terminó de una vez por todas con el concierto que estaban dando los insectos de la Llanura de las Ocho Piedras. Después, comprobó la hora en su reloj de agua. Una vieja tablilla de madera, con doce muecas casi desaparecidas por el uso, que ponía en hora cada mañana confrontándolo con los menhires distribuidos por el reino; y en aquella ocasión lo hacía desde él más antiguo—. Las siete y hace un frío de los de antes. ¡Vamos, joven dama! Es suficiente, ni en los tiempos de Uzcam has estado tan enojada —gritó al tiempo que golpeaba sus brazos para entrar en calor, porque su uniforme era de hilo fino y solo pechera y las botas eran de piel curtida. Por esa razón, esperaba que la doncella del Norte; que nunca se dejaba ver más que en su alegría o en su agitación. Se comportara como sus tres hermanas en tiempos de paz.

Elop de la Casa de los Hombres era un hombre robusto, casi un cuarto más alto que el resto del regimiento, y su mente experta en estrategia era tan útil en la batalla como la de un comandante. Por esta razón, era respetado por su regimiento que estaba destinado a proteger la Fortaleza Amatista y su Foresta, situada en el centro del pueblo, junto al resto de las aldeas pertenecientes a las Ocho Casas y sus ocho piedras. No obstante, en comparación con Thomas, todos los habitantes del reino de Hósiuz parecían indolentes y bajos, a menos que la magia permitiera el cambio.  

 —¡Eh!, ¡eh, tú! —gruñó Thomas cogiendo de un pellizco a una joven que se ocultaba de miradas indiscretas con la capucha de su capa—. ¿Qué haces aquí?, ¿no es demasiado pronto para andar curioseando por la llanura? ¿A ver?… dijo, ¡y le quitó la capucha! Ella se volvió y le mostró el rostro. Thomas pensó “que sus ojos negros, orejas puntiagudas, y ropajes eran propios de los zahorís de Ónix, y además, concluyó que la muchacha cursaba el ras de aprendiz, por el corpiño a la cintura con falda roja hasta la altura de las rodillas y bajo negro hasta el suelo”—. ¡Hum!, ¿qué llevas bajo la capa? —preguntó, zarandeándola—. No estarás robando, ¿verdad?

—Por favor, escúcheme. No he cometido ningún delito, ¡por favor, déjeme!, le prometo que no causaré ningún problema. ¡Solo quería entrar en esa tienda! —manifestó Ázdeli frustrada, señalando la única que reflejaba luz en su interior—. ¡Q- que… quería! —titubeó la joven Lidot. ¡Más aterrorizada por la apariencia del centinela que por la influencia de mis visiones, a través de las cuales había sido testigo del dolor y poder de destrucción que se iba a generar en Hósiuz! 

Por otro lado, esto me obligó a intervenir, y a buscar entre mi pueblo a una joven constante y sin temores que la perturbaran, que como otros jóvenes había sido enviada por sus padres a Hósiuz para que recibiera la mejor educación en Brianaquel, sin imaginar que terminaría formando parte de mi estrategia. Una vez conseguido el propósito de convertirla en mi oráculo, tomé la decisión de arriesgarme para que los habitantes de la llanura de los Ocho estuvieran a salvo. Era consciente de que si fracasaba, mi pueblo estaría al alcance de la nebulosa de la Araña, hogar de la Deidad de las leyes no escritas, y por esa, entre otras causas, la joven Lidot se encontraba frente a Thomas en una difícil situación…

—¿Es que has perdido la razón? —le preguntó sorprendido, dejándola caer al reconocer la dependencia—. ¡Vuelve a tu territorio y procura no meterte en problemas! Si te vuelvo a ver merodeando por aquí, te arrojaré a los cerdos —la amenazó para que se marchara… Fijando su mirada en el lugar señalado por la joven intrusa, las dependencias  del duende maestre Fixex Dosévi, de la casa Carmelian. Su tienda era la primera en levantarse porque era muy sensible al ruido, pero en esta ocasión el montaje se había realizado tarde, y su infortunado huésped acabaría sufriendo las consecuencias aquella misma mañana…

 

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Continuará…