El secreto de María

Entrega 2

—¿No me reconoce? ¡Es posible que nos hayamos visto antes! En la comisaría.

—¿Quién eres? —preguntó Nina sacando su arma y apuntándole al pecho amenazó con dispararle. 

—Soy sobrino del comisario Andrea, mi nombre es Antonio García, hoy es mi primer día… ¡Y usted es la inspectora Nina Pérez! Mi tío dice que es la más joven de Cádiz, pero que está suspendida de empleo y sueldo “por haber metido la pata lo más grande en su primer caso”, ¡no creo que le guste saber que ha vuelto a este lugar!

—¡Así  que eso le ha dicho! Bueno, ya veo que la privacidad brilla por su ausencia, pero mientras no le diga dónde vivo puedo soportarlo —añadió la inspectora bajando el arma.

—En “San Juan de Dios”, cerca del ayuntamiento —aseguró Antonio con una sonrisa, justo antes de que el sonido de un disparo hiciera que ambos se tiraran al suelo… Él aún se cubría la cabeza con ambas manos cuando Nina le susurró una orden—. Arrástrate hasta la ventana, necesito que tires de ella y la coloques a unos quince grados. ¡No me mires como si estuviera loca! ¡Ve hacia la ventana! —le repitió mientras se presionaba el costado.

Antonio empezó a moverse, lo hacía deprisa, sin apenas levantar el cuerpo del suelo—. ¿Piensas que sigue ahí, o se habrá marchado? —preguntó estirando la mano hasta llegar a la ventana —. Hecho, quince grados. Oye… ¿Por qué estabas tan nerviosa cuando te he visto en el pasillo? ¿Te estaban siguiendo? A mi juicio, esto ya no es un asunto menor, a mi tío no le gustará ni un pelo; prometió a mi madre que me cuidaría. Por eso sospecho que no contaba con que estuvieras aquí cuando me dio las llaves, y dijo que solo tenía que recoger unas muestras en esta dirección de Chiclana —luego volvió la cabeza y esperó una respuesta, pero se resignó al ver que la inspectora estaba muerta!—. ¡Vale! ¡Esto no me lo esperaba! —permaneció inmóvil considerando empuñar su arma—. Odio no tener un plan táctico, pero me fiaré de mi instinto, de la información que tengo y de mi experiencia como soldado. Puedo esperar, sí que puedo…, y cuando lleguen los refuerzos verán que soy un modelo de fortaleza, “lo mejorcito del cuerpo”. Aunque supongo que perderé algún crédito por su muerte. Una pena; sin embargo, debo concentrarme o encontrarán dos cuerpos.

—Tengo que esperar a que te den la medalla, o te pido cita urgente con el psicoanalista. Vamos, ¿a qué esperas para soltarme el chaleco? Me estoy asfixiando —susurró Nina.

Continuará…

Katy Núñez