Mes: junio 2023 (Página 3 de 5)

Madison II

La velada sería un éxito, pero Madison en un principio tuvo dudas cuando Richard le propuso celebrar una de las famosas cenas en su casa… Pág. 1

La velada sería un éxito, pero Madison en un principio tuvo dudas cuando Richard le propuso celebrar una de las famosas cenas en su casa…

 —No sé Richard, es una cena de chicas y el hecho de que estés en ella chirría un poquito; entiéndeme, no quiero que resulte incómodo.

— Creo que no lo has comprendido, yo no estaré en la cena. Estoy retrasado con mi trabajo en el estudio; la presentación de mi nueva obra será pronto y quiero ponerme al día.

— Tú lo que quieres es matar dos pájaros de un tiro —aseguró ella riéndose y recostándose sobre él para dibujar fielmente con los dedos el contorno de sus labios de ensueño—. ¡A ver que me entere de cómo funciona esto! —exclamó mientras se retiraba lo suficiente de él, como para recogerse el cabello con un palillo de la comida china que aún seguía sobre la mesa, y después se sentó recogiendo las piernas.

— ¡Me gusta cuando haces eso…!

— ¿A qué te refieres…? ¿A esto? —preguntó ella, bajándose el suave tirante de la picardía de seda, dejando su hombro seductor al descubierto.

—¡Ah, a eso también! —le dijo, acercándose al ver su gesto—. No, hablo de como recoges tu cabello sin dificultad usando lo primero que ves, o como te sientas recogiendo esas bonitas y seductoras piernas para terminar cogiéndote los pies con las manos. Aunque ahora que lo pienso, eso no es muy…

— ¡Oye! —No te metas con mis pies, están limpios —le aseguraba apartándose entre carcajadas mientras él tiraba de ella para conseguir su propósito…

— ¡Ven aquí, enteradilla! —le ordenó con voz suave… y mientras ella le otorgaba el derecho ronroneando como una gatita enamorada en busca de sus caricias, el se acercaba para besarla y rodearla con sus brazos.

  «Aquí hay que morir, confesó ella suspirando porque nunca se había sentido tan protegida».

—Me dices que nos reunamos aquí, y pensándolo bien, es una buena idea.

— En particular, si tienes en cuenta lo que os agradan las Margaritas…—manifestó él.

— Para que negar la evidencia —contestó ella revolviéndose entre sus brazos para sentarse de forma ventajosa sobre él—. Ya eres mío —le aseguró con una risa tonta—, y ahora volvamos al tema que nos ocupa. Me dejas tu casa…, bien, vamos a examinar esto con rapidez—. “No es que vayas a necesitar la noche para terminar tus obras, sino que yo bebo demasiado y prácticamente me haces un favor”.

— ¡Ves como eres muy lista!, y sobre el favor… —la sorprendió levantándose—. Ven conmigo al dormitorio y allí te explico lo de los favores.

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 Continuará.  

 Katy Núñez.

 

#ElrinconDeCata

Ah, sí. Mi tío me lo contó, ¿quieres hablar sobre ello? Aún queda media hora de coche hasta el casco antiguo de Cádiz…. Pág 4

—Ah, sí. Mi tío me lo contó, ¿quieres hablar sobre ello? Aún queda media hora de coche hasta el casco antiguo de Cádiz; y no soy hombre de silencios —dijo Antonio.

—No lo entenderías novato —respondió Nina.

— De acuerdo, “que reine el silencio…” Aunque, después de lo ocurrido, quizá te vendría bien hablar —la miró unos segundos en los que sus pupilas se dilataron y añadió—. Pero, tú misma.

Mientras, Nina movía su dedo por la pantalla del móvil descartando noticias, sin prestar demasiada atención a lo que le decía el novato, hasta que, sin saber por qué, decidió hablar:

Los vecinos murmuraban, algunos con respeto, otros con pena y el resto con miedo. Los compañeros habían colocado cintas amarillas entre ambos lados de la calle para delimitar el perímetro de la zona acordonada.  Las ambulancias con sus sirenas interrumpían la siesta de los vecinos, que poco a poco iban asomándose a los balcones para ver qué ocurría. Pero sin conseguir ver lo suficiente como para tener una idea concreta. Más allá, de la desilusión de los equipos médicos o de la gente que se acercaba al lugar mientras que la policía les impedía el paso.  Hasta que dejaron pasar a la hippie con rastas.

—¡Siii!, mi tío me contó lo de tu cambio de imagen, ¡aunque yo creo que te sienta bien! —dijo con una sonrisa, que descolocó a Nina.

—Bueno, lo importante es que me guste a mí, ¿no?

—¿Intenta desviar el tema, inspectora? Vamos, soy poli, “continúa”. Ibas por una hippie desaliñada, con rastas hasta la cintura.

—¡Eres raro!, ¿y de dónde has sacado lo de desaliñada?, ¿y lo de la cintura? ¿Te parezco desaliñada? —dijo señalándose con el dedo—. Mira, no sé si quiero seguir hablando del asunto, ¡al parecer ya conoces la historia! —afirmó agobiada mientras consultaba un mensaje en el móvil.

—Bueno, solo sé lo que dicen por ahí: que aquel día muchos pensaron que aquella mujer de no más de treinta años…

—Veinticuatro —corrigió ella.

—¡Vale…! Que aquel día pensaron que aquella mujer de veinticuatro años tenía que ser la causante de todo y, que debía estar drogada, porque cuando se acercó a los médicos no mostró ningún signo de dolor, ni siquiera al levantar la manta de emergencia que cubría el cuerpo.

—Sí, veo que han olvidado mencionarte que justo en ese momento se oyó un grito… ¡Es un bebé! Asesina —dijo Nina elevando la voz para darle un tono dramático a aquel momento tan aterrador.

— ¿De verdad? ¿En serio?

—Como te lo cuento. Algunos me miraban con asco, otros entraron en pánico e incluso hubo uno que se dejó llevar por la rabia y lo más bonito que me dijo fue “hippie asquerosa”. 

—Es surrealista, ¿y qué hiciste?

—Sacar la placa y dejarla caer sobre el pecho; tú sabes, a ver si leyendo cuerpo nacional de policía se cortaba un poquito. Para, para, ahí está el Chino.

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Continuará

Katy Núñez

 

 

 

ÁzdeliLidot Pág 3

—¡Acercaos! Voy a conceder los permisos para comerciar en el festival de los nombrados —declaró el anciano con su habitual mal carácter. Sin embargo, el malestar entre los convocados era evidente. El fuerte calor y la demora alteraban los ánimos…

—¡Acercaos! Voy a conceder los permisos para comerciar en el festival de los nombrados —declaró el anciano con su habitual mal carácter. Sin embargo, el malestar entre los convocados era evidente. El fuerte calor y la demora alteraban los ánimos…

—¡De “Carmelian” tenía que ser! ¡El asunto es que siempre saben más que los demás estos verdes! —aseveraba con su voz cascada, la vieja meiga Dameiza; ermitaña desde que cayó en desgracia. Y de la que algunos de dudosa reputación pedían sus remedios poco recomendables. ¡Elfos y enanos no disfrutaban del mismo trato!, por no ser del agrado de la anciana—. ¡Oh, sí! —gritó en esta ocasión levantando los brazos, y augurando el desastre para las aldeas de las Forestas que lindaban con la llanura—. Eso es lo que está ocurriendo aquí y por ello, ¡todos os veréis contagiados! ¡Hasta vosotros, pagaréis! —escupió a los pies de uno de ellos—. Sí, vosotros… Esquivos y solitarios guerreros terios, de hábitos salvajes, que siempre os negáis a formar parte del festival. Sin importaros que vuestro estandarte forme parte o no de los Ocho. ¡Traidores! Pagaréis por respetar el infame tratado firmado por el rey Uzcam, como él  pagó con su muerte, y como sin duda lo hará su sucesora, Tiulem Nor. ¡Ella pagará! —gritó la anciana vomitando su veneno para corromper a través de sus palabras a todo el que pudiera escucharla.

— Ya has hablado bastante por hoy, Dameiza —indicó Thomas Élop, antes de arrestarla—.  ¡Vamos, vieja loca!, te vendrá bien comer y dormir a cubierto durante una noche —aseguró el enorme centinela, colocándole unos pesados grilletes, frente a la crítica mirada de aquellos “qué momentos antes lo deseaban”.

—¡Silencio! —gritó el señor Fixex, resolviendo el problema con un desagradable tono eructado y con el rostro cabizbajo, cogió aire lentamente para controlar su enfado. Durante esos instantes, su bramido no encontró rival. El eco recorría el lugar impulsado por la árida corriente de la doncella del Este que al igual que él, no aceptaba excepciones o diferentes interpretaciones de la realidad…

La verdad es que el duende maestre sabía hacerse escuchar y una vez que lo logró, comenzó a leer: 

 

—Hoy, en el primer día de Aries, me encuentro en la disposición de otorgar los siguientes permisos. Pero antes de empezar, les recuerdo que las dudas se atenderán al terminar. Y dicho esto, vayan pasando en orden.


Duendes de las Rojas de Carmelian, solicitaron 10 puestos:

 

Señor Tanex, a ver déjeme un momento para  repasarla lista, sí, y creo que con este, ya estaría. Será el responsable de repartir estos a los que no están presentes —dijo entregándole algunos.

—Señor Nelix, usted irá al bazar de las golosinas —le informó Fixex mientras observaba el penoso estado de su pluma.

—¡Nelix! —insistió el anciano, enfadado, porque no le gustaba perder el tiempo. Y tras lo que le pareció una espera prudente, alzó la mirada hasta dar con él; comprobando con malestar que, Zatex Elt, le rezagaba con otra de sus fastidiosas bromas.

—¡Vamos, joven, coja su permiso! —insistió el viejo duende.

—Zatex —dijo Fixex para que se acercara; y lo hizo receloso, encorvando su cuerpo más de lo habitual. Hasta que se encontró frente al estricto duende. 

—¡Su ilustrísima…! —extendió Zatex su burla públicamente, con una reverencia.

—¡Al parecer, esto os divierte! —le reprobó con severidad el señor Fixex, quien alegaba y detestaba juzgar sin una razón que lo justificara, pero en el caso de Zatex no era neutral porque su comportamiento le parecía retorcido y su falta de bondad preocupante—. Aquí tiene, se encargará de las bodegas de Hósiuz como proveedor del reino—. ¿A ver cuánto dura en el puesto? —murmuró descreído, tras retrasar la entrega para alejarse apenas unos pasos a recoger unos documentos que volaron del atril, porque la doncella del Sur, se los había tirado como muestra de su desacuerdo. ¡Pues ella tampoco entendía en qué se había basado el consejo para elegirlo! Pero sabía que no sería con su bendición ni con la del maestre, que mientras se inclinaba para atraparlos, lo confirmaba:

—No se lo puedo reprochar, si dependiera de mí, ¡no se lo daría!

Zatex, por su parte, parecía no ser consciente, y con el brazo extendido aguardaba con una expresión de circunstancia.

—Le voy a vigilar —le amenazó Fixex, sin reserva alguna, pero con la respiración entrecortada; mientras Zatex, sin levantar la mirada recibía el permiso junto con la reprimenda. Después, siguió su camino convencido de que el viejo no estaba bromeando. Pero con un destello en sus grandes y perturbadores ojos. Pues era un ser malvado por naturaleza, capaz de extraer la parte más vergonzosa de la vida, “según palabras del propio maestre Fixex”.

 

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Continuará

Katy Núñez

 

Cuando el rojo no dibuja un corazón, por #katyNuñez

“Ha llegado Aitor” —le dijo Bea al oído—. Esa copa no está limpia, por favor, repásala. Pág 1

“Ha llegado Aitor” —le dijo Bea al oído—. Esa copa no está limpia, por favor, repásala.

¿Qué? —se sorprendió Ana, levantando la copa al trasluz…

—Qué le parece, señora Alonso, mejor así? —le pregunté guardando el manuscrito en el Word, para colocar el portátil sobre la mesa de acacia de aquel confortable jardín orientado a la montaña; que no tenía nada que envidiarle al delantero, “excepto por las estimulantes vistas al mar Mediterráneo”. Pero qué cabía esperar, tratándose de la reconocida editora B. Alonso.

—En ese día se le debió haber tragado la tierra —me comentó refiriéndose a Ana, antes de guardar las gafas de moldura invisible, para coger las de pasta, que eran de un característico color verde Lima, que hacían su rostro endiabladamente atrayente.

—Aunque mi memoria no es la que era, fue más o menos así. A veces miro atrás y la recuerdo sonriendo. Ana era una chica extrovertida por aquel entonces, y muy bien parecida. A pesar de estar marcada desde su infancia, en la que se sintió acomplejada por el síndrome del patito feo.

¿Qué síndrome del patito feo? —le pregunté repasando mis notas.

—No estoy convencida de que se le denomine de esta manera rigurosamente, Patricia; de todos modos, así es como se sentía Ana. Cuando Bea la conoció, aún no tenía amistades, y si las hubo nunca le habló de ellas —quedo en silencio, hasta que, finalmente, me entregó el portátil sin solicitar ningún cambio y aunque me alegró que por fin, estuviera conforme, me preocupaba la fecha de entrega, solo con esa intención me contrató como su secretaria y aún quedaba mucho por hacer.

—También sé que nació en el sur, pero el desarrollo de los acontecimientos la llevó a buscar trabajo en un pueblo costero a una hora de camino. Enseguida empezó como niñera, ya que sus estudios no daban para más.

Este dato es importante, recuérdalo, formará parte del prólogo; de esta forma fue como se conocieron Ana y Bea, que también trabajaba como canguro, pero en su caso solo en contadas ocasiones. Ah…, lo dejamos en este punto, por el momento —dijo con elegancia, interrumpiendo ese dato para centrarse en la protagonista.

—Pienso que el destino las unió aquel caluroso día de verano: fue en un parque mientras paseaban a los niños, y al poco tiempo ya eran buenas amigas. Quedaban con frecuencia para tomar un café o para ir de copas a un garito que les gustaba. Hasta qué en una de esas salidas, Ana llegó a dudar de si estaba o no siendo aceptada por el grupo.

—¿Era su imaginación, o pasaba desapercibida para el resto de sus amigos?

—Bueno, Ana tenía la impresión de que su presencia resultaba incómoda para Aitor, que estaba muy interesado en ella, aunque solo se habían visto en un par de ocasiones. Sin llegar a suponer que Ana también estaba interesada en él… Para cualquier otra persona habría sido suficiente, “y tampoco es qué ella tuviera muy desarrollado el sexto sentido”, sencillamente ella era así.

—Difícil, ¡por naturaleza! —comenté

—Tanto que no sé si habría evitado a Aitor de saber lo que le esperaba. ¡No debemos olvidar que hablamos de Ana!

En aquel momento, un cambio inesperado la obligó a cambiar de empleo. Una cosa llevó a la otra y comenzó a trabajar como camarera gracias a los contactos de Bea, que trabajaba en una conocida tasca desde hacía unos años y se había encargado de hablar con su jefe para que le diera una oportunidad, aunque no estaba segura de que llegara a funcionar.

—¿Qué quiere decir? —pregunté, dejando la pluma para coger la grabadora porque aquello parecía un detonante a destacar en la personalidad de la protagonista, y eso solía desencadenar la oportunidad de escuchar el relato. Acercándome al personaje, desde mi punto de vista como lectora. Lo que me resultaba sumamente revelador desde mi situación como becaria de tercer año—. Un segundo, por favor, Señora Alonso —le solicité ejerciendo presión en el botón de grabar hasta que parpadeo.

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Continuará

Katy Núñez

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Entrevistada por @SandraEstévezC para su blog leer y recomendar


Recuerdo que en el caso de Madison, entre otras cosas, abrí el Maps y lo aumenté hasta ver las calles de Manhattan para saber qué vería o sentiría la protagonista al caminar por ellas.

https://leeryrecomendar.com/entrevistas-a-escritores-katy-nunez/

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