La velada sería un éxito, pero Madison en un principio tuvo dudas cuando Richard le propuso celebrar una de las famosas cenas en su casa…
—No sé Richard, es una cena de chicas y el hecho de que estés en ella chirría un poquito; entiéndeme, no quiero que resulte incómodo.
— Creo que no lo has comprendido, yo no estaré en la cena. Estoy retrasado con mi trabajo en el estudio; la presentación de mi nueva obra será pronto y quiero ponerme al día.
— Tú lo que quieres es matar dos pájaros de un tiro —aseguró ella riéndose y recostándose sobre él para dibujar fielmente con los dedos el contorno de sus labios de ensueño—. ¡A ver que me entere de cómo funciona esto! —exclamó mientras se retiraba lo suficiente de él, como para recogerse el cabello con un palillo de la comida china que aún seguía sobre la mesa, y después se sentó recogiendo las piernas.
— ¡Me gusta cuando haces eso…!
— ¿A qué te refieres…? ¿A esto? —preguntó ella, bajándose el suave tirante de la picardía de seda, dejando su hombro seductor al descubierto.
—¡Ah, a eso también! —le dijo, acercándose al ver su gesto—. No, hablo de como recoges tu cabello sin dificultad usando lo primero que ves, o como te sientas recogiendo esas bonitas y seductoras piernas para terminar cogiéndote los pies con las manos. Aunque ahora que lo pienso, eso no es muy…
— ¡Oye! —No te metas con mis pies, están limpios —le aseguraba apartándose entre carcajadas mientras él tiraba de ella para conseguir su propósito…
— ¡Ven aquí, enteradilla! —le ordenó con voz suave… y mientras ella le otorgaba el derecho ronroneando como una gatita enamorada en busca de sus caricias, el se acercaba para besarla y rodearla con sus brazos.
«Aquí hay que morir, confesó ella suspirando porque nunca se había sentido tan protegida».
—Me dices que nos reunamos aquí, y pensándolo bien, es una buena idea.
— En particular, si tienes en cuenta lo que os agradan las Margaritas…—manifestó él.
— Para que negar la evidencia —contestó ella revolviéndose entre sus brazos para sentarse de forma ventajosa sobre él—. Ya eres mío —le aseguró con una risa tonta—, y ahora volvamos al tema que nos ocupa. Me dejas tu casa…, bien, vamos a examinar esto con rapidez—. “No es que vayas a necesitar la noche para terminar tus obras, sino que yo bebo demasiado y prácticamente me haces un favor”.
— ¡Ves como eres muy lista!, y sobre el favor… —la sorprendió levantándose—. Ven conmigo al dormitorio y allí te explico lo de los favores.
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Continuará.
Katy Núñez.
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