
Él escuchó el motor del vehículo —un viejo clásico blanco— y salió de la oscuridad encendiendo un cigarrillo.
—¡Aquí estás! —afirmó.
Ella observó el reflejo de la llama en su rostro, que desvelaba lo siniestro de su intención.
—Deseo que te vayas, ¡por favor!
Él sabía que ella llevaría flores al cementerio la primera noche de invierno.
—No, no debería estar presente —repitió, mientras un dolor intenso en el pecho le provocaba una sensación de ansiedad inminente. Sus brazos se entumecieron hasta las puntas de los dedos; el sonido del teléfono al romperse contra el suelo fue lo último que oyó.
“Nadie supo más de ella.”
1. Tercera persona omnisciente
Él escuchó el motor del vehículo y sonrió en la penumbra: sabía que ella acudiría al cementerio con flores, como cada año. Cuando encendió el cigarrillo, la luz reveló la intención oscura que ocultaba bajo su gesto tranquilo. Ella suplicó que se marchara, pero él ya había decidido su destino. El dolor en su pecho creció, sus brazos se entumecieron, y el mundo se apagó con el golpe seco de un teléfono contra el suelo. Nadie volvió a saber de ella.
2. Primera persona protagonista (ella)
El ruido del motor me hizo estremecer. Cuando lo vi salir de la oscuridad, supe que me había encontrado. La llama de su cigarrillo iluminó un gesto que me heló: no había ternura, solo amenaza.
—Por favor, vete —suplicé.
No lo hizo. Sentí un dolor agudo en el pecho, como si me arrancaran el aire. Los brazos dejaron de responderme, y el estruendo del teléfono al caer fue lo último que escuché. Después… silencio. Nadie supo más de mí.
3. Primera persona testigo (él)
Escuché el motor y supe que era ella. Siempre tan previsible, con sus flores y sus rituales. Encendí un cigarrillo y avancé hacia la luz. Su rostro lo dijo todo: miedo, rechazo.
—Deseo que te vayas —me pidió.
Pero ella no entendía que yo ya estaba allí, que no había vuelta atrás. Vi cómo su cuerpo se tensaba, cómo el dolor le cerraba el pecho. El teléfono golpeó el suelo con un sonido seco. Entonces la noche se la tragó, y nadie volvió a saber de ella.
4. Segunda persona (interpelación a ella)
Escuchas el motor del vehículo y lo reconoces: él te ha encontrado. Surge de la oscuridad con un cigarrillo en los labios, y la llama ilumina la amenaza en su rostro. Suplicas que se marche, pero tu voz se rompe. El dolor llega primero al pecho y luego a los brazos, que se vuelven de piedra. El teléfono golpea el suelo, y ese es el último sonido que oyes. Nadie supo más de ti.
5. Narrador objetivo (estilo cámara)
Un motor sonó en la distancia. Un hombre salió de la oscuridad encendiendo un cigarrillo. Ella retrocedió un paso. Sus labios se movieron, aunque su voz fue débil. Después se llevó la mano al pecho, perdió el equilibrio y dejó caer el teléfono. El golpe contra el suelo retumbó en la noche. La escena quedó en silencio.
👉 Este ejercicio muestra cómo el punto de vista cambia totalmente la intensidad: en primera persona la sentimos desde dentro, en segunda persona la vivimos como protagonistas, en objetivo se vuelve casi fría y cinematográfica.
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