
Isa entró en el estudio como lo había hecho tantas veces. La ausencia de Miguel llenaba el espacio. Por un momento, casi pudo verlo allí, cruzando la acogedora habitación iluminada por el rayo de luz que atravesaba oblicuamente la estancia.
Caminó hacia ella y se detuvo unos segundos bajo las partículas en suspensión. Entre sus manos llegaba una urna cineraria.
—Otra vez aquí, juntos, entre tus libros y manuscritos, mi amor —dijo, apartando el portalápices y dejándola en la ventana.
By Katy Núñez.
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