A veces, la escritura no empieza con una palabra, sino con una mesa blanca, un café cargado y la pantalla aún apagada.

Hay un momento silencioso, justo antes de que empiece todo, en el que el mundo parece esperar contigo. El teclado está listo, el lápiz también. Y tú… tú respiras hondo, porque sabes que, una vez pulses la primera tecla, ya no hay vuelta atrás.

No sé si hoy escribiré algo inolvidable. Pero estoy aquí. Y eso, a veces, es todo lo que hace falta para que empiece la historia.

Miro a mi izquierda y veo mi teléfono. Habla de mí mucho antes de encenderse.

La hoja de puntas anaranjadas viene de Kōko-en, los jardines reales del Palacio de la Garza Blanca.

La que asoma bajo el billete de Hiroshima cayó como un presente, con la ayuda y discreción del viento, de un árbol centenario que reta la mortalidad humana cerca del templo Hida-Kokubunji, en Takayama.

Y la pequeña flor de manzanilla, casi escondida, creció en los jardines que rodean el Palacio Real británico.

Sin emitir un solo sonido, esta carátula cuenta mi pasión por viajar, mis pasiones, mis silencios preferidos y la influencia que ejercen en mí como escritora.

Dice que me pierdo en Japón y que, de algún modo, siempre regreso a Londres.

A veces, una historia comienza mucho antes de abrir una página.

No es decoración.

Son mis sueños cumplidos, en esta memoria prensada.

 

By Katy Núñez

Nota para los que entran a la web desde X:

He retirado la funda para adelantar la hoja del árbol centenario. Así podréis admirarla mejor.