Aquella mañana sus dedos se posaban sobre las teclas del ordenador con cierta nostalgia. Había permanecido unida al dispositivo durante todo el proceso de creación del manuscrito. Ya en la recta final no podía olvidar cuántos días de frustración, de revisión, de constante dedicación la mantuvieron ante la pantalla —y a tan solo un par de semanas para su publicación— la llamada del responsable de un programa de una emisora reconocía tanto esfuerzo, incluyéndola en su carpeta. Tras colgar, quedó en silencio como casi una hora, en la que su mente permaneció en blanco. Cuando pudo reaccionar, cogió su móvil e hizo una llamada:

—Buenos días, madre—.

By Katy Núñez